Los discos de vinilo fueron el estándar musical hasta aproximadamente mediados de los años 90, aunque hacía años que existía el CD. En los años 80 era mucho más barato un disco de vinilo que un CD, su calidad superaba por mucho la de las «cintas» o cassettes y a diferencia de éstas podías acceder al momento a la canción que quisieras escuchar, simplemente colocando la aguja en el lugar correcto del surco. En los años 90 surgió el formato MP3, que ocupaba poco en un ordenador y al cual se podían convertir nuestra colección de CD’s. Este hecho, unido al pequeño tamaño de los CD, hizo que paulatinamente se fuera perdiendo interés en el vinilo, hasta hace unos pocos años.
En la actualidad, los discos de vinilo están resurgiendo de sus cenizas y los principales artistas vuelven a publicar sus discos en este formato.
Cómo se limpiaban los discos de vinilo
En los años 80, los aficionados al disco de vinilo disponían de cepillos especiales con los que quitar el polvo superficial (aunque en realidad éste podía meterse aún mas dentro del surco), además de carísimos líquidos también etiquetados como «especiales», con los que mantener lejos el polvo. Todo ello se complementaba con unos mini-cepillos que servían para limpiar la aguja.
También había quien los fregaba. Literalmente.
Cómo usar la Química a nuestro favor
El principal problema de los discos de vinilo es que el polvo se va introduciendo en los surcos, que son muy estrechos (dando lugar paulatinamente al famoso «ruido de patatas fritas»), y sacarlo no es fácil. Usar un cepillo suave puede eliminar el polvo más superficial, pero parte de él se moverá de sitio y no se eliminará. Y lo mismo ocurre utilizando líquidos de tipo orgánico (cuya composición, además, podría deteriorar nuestro disco si compramos el de un fabricante poco fiable).
Lo ideal sería un líquido que pudiese atrapar todo el polvo del interior del surco y que fuese fácil de retirar pero que no moviera de sitio la suciedad. Ese líquido existe, es realmente barato y ofrece unos resultados espectaculares. Se trata del acetato de polivinilo, más conocido como «cola blanca» o «cola de carpintero».
Este polímero se encuentra en estado líquido a temperatura ambiente, por lo que si lo aplicamos sobre el disco, puede penetrar en sus surcos, poniéndose en contacto con las partículas de polvo. Al secar, forma una película uniforme (en la que irá «aprisionado» el polvo) muy fácil de quitar, dejando el disco bien limpio. El resultado es asombroso, aunque lo que no elimina son los rayajos que pueda tener el vinilo. Si está rayado, está rayado.
Secuencia de pasos a seguir:
- Sacar el disco de su funda y colocarlo en una superficie plana en la que tengamos mucho espacio
- Dibujar con la cola una espiral desde la zona más próxima al centro (sin meternos en la etiqueta de papel) hasta la zona más externa (sin salirnos del disco)
- Repartir la cola con ayuda de una brocha o una tarjeta de crédito vieja (ésta se limpia más fácilmente que la brocha)
- Asegurarse de que no han quedado zonas sin cubrir
- Colocar el disco en una zona horizontal a la que nadie tenga un acceso casual. Lo ideal es la parte de arriba de un armario de cocina o de una librería
- Esperar unas 24 horas a que se seque la cola
- Levantar con cuidado la cola desde la parte externa del disco y tirar
Si no lo crees…
Aquí tenéis un video en el que se escucha el disco ANTES del proceso y después, para apreciar las diferencias. Yo jamás lo haría sobre el plato girando, eso ya va en la conciencia de cada uno 😉
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